Soy de esas personas que tiene una colección de los recuerdos más raros imaginables. Las cosas de las que necesito recordarme son las que se me escapan de la mente en un abrir y cerrar de ojos, pero hay ciertos momentos en mi vida que quedan incrustados, quemados, tatuados en mi cerebro de por vida. Igual que hay sensaciones que uno recuerda que te traen escalofríos (de los buenos o de los malos), tanto como olores que te transportan a un lugar, voces, sonidos, canciones… En mi caso, se trata de una cosa de la cual a lo mejor te has olvidado con el pasar del tiempo, pero sé que al escucharlo te traerá dulces recuerdos y la misma duda que a mí; ¿Qué paso con los góticos que pasaban el rato en Plaza Las Américas?
Los otros días mientras paseaba los pasillos del famoso centro comercial, pasé frente a la tienda oscura, roquera, que todos conocemos; el olor de la carreta de almendras posada al lado de la tienda me tentaba con su dulzura. Me percaté de que la tienda que una vez gritaba música “metal” había bajado el volumen de sus bocinas, y que ya la vitrina de vestidos negros y camisas de Metálica no me causaban ni miedo ni asombro – incluso entré a la tienda en búsqueda de una camisa de Green Day, para encontrar una de Elton John… Hubo este único “shift” en mis energías y en las malas vibras que una vez me causó esa tienda. Sentí un vacío, e imagino que la tienda también.
Tenía alrededor de 6 o 7 años cuando los góticos (no sé si todavía se autodenominan así) causaban revolución y ocupaban el espacio de los pasillos de Plaza Las Américas en manadas de negro, cadenas, pelo de colores, y botas “chunky”. Les tenía miedo, si te soy honesta. Ahora soy yo la que visto todo de negro y uso el delineador oscuro (que no es gótico, es chic), y anda en búsqueda de los que una vez se sentaban frente a los cines, y las tiendas de libros.
La gente pasa por unas fases de cambio, y quizás rebeldía y a lo mejor eso fue lo que los llevo a las largas tardes compartiendo con sus “mutuals” en los pasillos… Pero poco a poco recuerdo que fueron desapareciendo, y cada vez eran menos los que participaban en los encuentros.
A lo mejor se graduaron, y consiguieron un doctorado. Quizás tengan hijos roqueritos, y tuvieron una boda hermosa. A lo mejor se cansaron de vestir de oscuro por el calor HP que hace en Puerto Rico – tu sabes, ahora con el cambio climático y todo eso. O como sugiere una de mis compañeras de trabajo, puede que la ropa que pegaba con su estilo de vida se puso muy cara. Que increíble cómo unas personas que no conocemos, pero que nos impactaron la memoria, pudieran desaparecer tan de repente, sin pedirnos permiso y sin notificación. A lo mejor son ellos ahora los que se están vestidos de color y preguntando que donde está ahora la nena chiquita que los miraba con cara de miedo en los pasillos.
