“Looking back” al 2022

Si hay una cosa que me encanta de ser Boricua es que somos las personas más íntimas y personales con la persona menos conocida en nuestro entorno. Puede ser en la fila del supermercado, como en la panadería de tu pueblo donde todo el mundo tiene una opinión, que hablamos del clima, del gobierno, y de que tu hija (a quien no conozco) finalmente se está casando. En una de estas conversaciones efímeras charlé con una señora en una tienda que me dijo que es mala suerte vestirse de negro en año nuevo, cosa que llevo haciendo por años y que ahora, es la razón a la que le adjudico por qué las cosas no han ido como las escribí en mis resoluciones para el 2022.  

Mi 2021 finalizó conmigo aún viviendo en Madrid, estando en una relación pues, más o menos estable, con quien era mi mejor amigo (ya ven por donde va esto), y mi ansiedad finalmente había bajado su intensidad. Recuerdo que, aunque me iba relativamente bien, le dije a mi familia que el 2022 iba a ser mi año (cosa que digo todos los años), y para mi sorpresa ha sido el año más “WTF” que he tenido en mi vida.  No les puedo mentir, ha tenido sus muuuchas cosas buenas y gracias al universo me he tenido que convertir en la persona más optimista del mundo para por lo menos encontrarle lo chulo a este caos que ha sido mi vida, porque si no fuese así, la Lola que despidió el 2021 simplemente hubiese optado por no participar en el 2022.  

Este último año mi pasaporte se ha convertido en mi mejor amigo, me teletransporté a unas cuantas de las mejores ciudades en el planeta, he conocido a personas increíbles en Italia, he dormido bajo las estrellas en el desierto del Sahara, y me fui “topless” en las playas de Ibiza.  Sin embargo, cuando más libre me he sentido y cuando más amé mi vida no fue con los camellos ni comiendo natas en Porto; fue cuando decidí soltar las maletas de las inseguridades, del que dirán y de todo lo que cargaba por complacer a los demás. La mayoría del tiempo detesto ser aquella persona que cuando pasan cosas muy malas te obliga a encontrarles lo bonito, pero se ha vuelto tanto en mi peor cualidad, como en mi súper poder. 

Este año he pasado por duelos amorosos, partidas de seres queridos, reconciliaciones, y despedidas, y si algo me han enseñado mis sesiones de terapia es que todo en esta vida tiene fecha de expiración – ¡y eso es algo bueno! Así que cuando suenen las campanas a la media noche, cambie el calendario y veas los fuegos artificiales, te puedes despedir de lo que fue, abrazar lo que se quedó, y darle la bienvenida a lo que está por venir.  Lo único permanente es la oportunidad de empezar de nuevo… sea el primero de enero o cualquier otro día del año.